El día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió en forma de lenguas de fuego que no consumía, sino que iluminaba, y repartió dones carismáticos, convirtiendo a sus discípulos en odres nuevos, renovados por la gracia de la santidad.

Todos a una, alababan a Dios en todas las lenguas, al unir el Espíritu a todos los pueblos distantes.

Icono de la Virgen del fuego

Los discípulos, junto con María, la madre de Jesús, esperaban orando que se cumpliera la promesa que Él les había hecho antes de subir al cielo: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros… De repente un ruido del cielo, como de viento impetuoso, llenó toda la casa donde estaban… Se les aparecieron como lenguas de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos» (Hechos de los Apóstoles)


Con esta imagen de la Virgen del fuego nos unimos a la oración de la Iglesia, impulsadas a dar vida al mundo en la Paz y la fraternidad, con la fuerza del Espíritu de Santo.

Al sentirnos hermanos, el Espíritu Santo nos hace gritar: ¡Abba! Padre.

Imagen con la invocación al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo, 
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, 
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. 
Amén.

Derrama, oh Dios, los dones de tu Espíritu sobre el corazón de tus fieles, y realiza en nosotros las maravillas de tu amor.