El origen de la celebración de este día lo encontramos en las tradiciones de la iglesia. San Efrén (+373), en el primer testimonio que ha llegado a nosotros, nos narra que el cuerpo virginal de María no sufrió la corrupción después de su muerte.

En el siglo VI nace en Oriente la celebración litúrgica de la “Dormición de María”, fijada para el 15 de agosto. Y en el siglo VII se empezó a celebrar esta fiesta en Roma, pasando a ser la fiesta de la  “Asunción” hacia el año 800, e incluye la idea de la resurrección inmediata del cuerpo de María.

El papa Pio XII en la Constitución Apostólica MunificentIssimus Deus (1 de noviembre de 1950) declaró la glorificación de María por su Asunción al cielo en alma y cuerpo.

María ha sido asociada al vencedor del pecado y de la muerte; ha cooperado a la salvación humana, a nuestra salvación, por su libre fe y su obediencia. “El nudo de la desobediencia de Eva, encontró solución por la obediencia de María. Lo que Eva ató por la incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe» (S. Ireneo).

María en el Magníficat del Evangelio de hoy proclama la grandeza del Señor porque el Poderoso ha hecho obras grandes. Y como Santa Isabel nosotros la alabamos diciendo “¡Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá!”

María es incorruptible en su “alma” por su Inmaculada Concepción y es también incorruptible en el cuerpo por su gloriosa asunción en cuerpo y alma a los cielos.

En este día celebramos la Pascua de María, la primera criatura mortal como nosotros que participa de la redención de Cristo.

La Madre de Jesús acompañe siempre con su luz al peregrinante pueblo de Dios, como signo de esperanza cierta y consuelo hacia la casa del Padre

¡Feliz día de la Asunción!


Lecturas de la Eucaristía

Primera lectura: Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a.10ab.
Salmo  45(44), 11-12.16.
Segunda lectura: Carta I de San Pablo a los Corintios 15, 20-27a.
EVANGELIO: Lc 1, 39-56.