Nuestro Señor Jesucristo al despedirse nos dijo: «Id y haced discípulos de todos los pueblos… Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt. 28, 19-20).

«Levantó las manos y los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y subió al cielo» (Lc 24, 50).

Se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marchar» (He 1, 11).


«Dios asciende entre aclamaciones y se sienta en su trono sagrado» (Sal 46).

Tras realizar su misión, nacida e impulsada por el amor, Jesús asciende para entrar triunfante en la gloria. La Ascensión es la culminación de la Resurrección.

¡Nos encarga continuar su misión!

¡Sigue viva!

Así como Él ascendió sin alejarse de nosotros, nosotros estamos ya allí con Él, aun cuando todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que nos ha sido prometido.

Lirio barbado del jardín
"No; yo no dejo la tierra.
No; yo no olvido a los hombre. Aquí, yo he dejado la guerra; arriba, están vuestros nombres. 

El cielo ha comenzado.
Vosotros sois mi cosecha. 
El Padre ya os ha sentado conmigo, a su derecha"

Dichosa ausencia que dará aliciente a nuestra vida, tal como nos pide san Benito, deseando la vida eterna con anhelo espiritual. Dichosa ausencia que nos pondrá en marcha hacia la meta y nos ayudará a vivir en tensión de cielo, donde ha ascendido nuestro Redentor.

«Eres cielo y vas al cielo» (Orígenes)

¡DEJEMOS QUE ASCIENDA NUESTRO CORAZÓN CON ÉL!