Hoy llegan a la gloria estos benditos pilares destacados de la Iglesia de Cristo: Pedro, el sucesor y Pablo el evangelizador, que por caminos diversos la congregaron y fueron coronados por el martirio.
Pedro, roca; Pablo espada. Pedro, la red en las manos; Pablo, tajante palabra. Pedro, llaves; Pablo, andanzas. Y un trotar por los caminos con cansancio en las pisadas. Cristo tras los dos andaba: a uno lo tumbó en Damasco, y al otro lo hirió con lágrimas. Roma se vistió de gracia: crucificada la roca, la espada muerta a espada.
Oremos hoy por el Papa, nuestros obispos, y sacerdotes para que sepamos todos seguir las enseñanzas de aquellos que nos iniciaron en la fe. Que San Pedro y San Pablo nos ayuden a confesar, de palabra y de obra, que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, el único que tiene palabras de vida eterna.
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